26 de octubre de 2017

Criaturas y leyendas - El hombre lobo de Bedburg

En aquella noche el odio y el miedo se entremezclaban en la iglesia del pequeño pueblo alemán de Bedburg. Peter Stumpp, el acusado, inclinó la cabeza hacia atrás y olisqueó el aire.
-Señor Stumpp, ha matado a decenas de víctimas. Muchas de ellas eran niños pequeños. ¡¿Cómo ha sido capaz?! -

Peter no cambió la expresión de su rostro - ¿Por qué piensa que fui yo?-
Antes de que el sacerdote pudiera continuar, se levantó uno de los aldeanos y encendido empezó a vociferar - ¡Sabemos lo que eres! ¡Eres un asesino!-

-¡Schneider, guarde silencio!- ordenó el clérigo con una fuerza atronadora. Cuando el señor Schneider volvió a su asiento, prosiguió – Algunos de los que aquí nos encontramos hemos contemplado la escalofriante escena que ha dejado en su casa. Ha despedazado a su propio hijo. Y no sólo a él, hemos encontrado una trampilla en la que escondía restos humanos. Restos de lo que antes fueron nuestros vecinos y amigos, nuestros hermanos y hermana, madres e hijos.

Por toda la sala se desencadenó una oleada de llantos, improperios e incluso de plegarias.

-¡Monstruo! – gritó de nuevo Schneider.

-¡Eres una abominación! – añadió el leñador del pueblo.

-Ahora confiese – continuó - ¿Por qué lo hizo?

-¿Por qué lo hice? No lo entenderíais.-

-No, no lo entendemos, es por eso que lo diga ante el pueblo y ante Dios para ser juzgado- proclamó  el sacerdote

-Está bien, si así lo queréis. Sí, fui yo quien los mató, es más, los devoré. Lo hice porque tenía hambre.

Se hizo el silencio, la multitud se quedaron pálidos y mudos, parecían muertos en vida. Nadie atrevió a hablar, solamente se oía el viento entrando por los agujeros del destartalado edificio.

Stumpp giró la cabeza e hizo un barrido general con la mirada, entonces rompió aquel aterrador silencio – Como ya he dicho, no es por diversión, es por necesidad. Tenía que alimentarme.
El viejo clérigo salió de su letargo mental - ¡Necesidad! Nadie necesita comer la carne de su hermano.

-Yo sí. Recordáis hace veinte años cuando por poco muero por culpa de aquella terrible fiebre, llevado casi a la locura anduve como pude al interior del bosque y allí me encontré al Diablo.