En aquella noche el odio y el miedo se entremezclaban en la
iglesia del pequeño pueblo alemán de Bedburg. Peter Stumpp, el acusado, inclinó
la cabeza hacia atrás y olisqueó el aire.
-Señor Stumpp, ha matado a decenas de víctimas. Muchas de
ellas eran niños pequeños. ¡¿Cómo ha sido capaz?! -
Peter no cambió la expresión de su rostro - ¿Por qué piensa
que fui yo?-
Antes de que el sacerdote pudiera continuar, se levantó uno
de los aldeanos y encendido empezó a vociferar - ¡Sabemos lo que eres! ¡Eres un
asesino!-
-¡Schneider, guarde silencio!- ordenó el clérigo con una
fuerza atronadora. Cuando el señor Schneider volvió a su asiento, prosiguió –
Algunos de los que aquí nos encontramos hemos contemplado la escalofriante
escena que ha dejado en su casa. Ha despedazado a su propio hijo. Y no sólo a
él, hemos encontrado una trampilla en la que escondía restos humanos. Restos de
lo que antes fueron nuestros vecinos y amigos, nuestros hermanos y hermana,
madres e hijos.
Por toda la sala se desencadenó una oleada de llantos,
improperios e incluso de plegarias.
-¡Monstruo! – gritó de nuevo Schneider.
-¡Eres una abominación! – añadió el leñador del pueblo.
-Ahora confiese – continuó - ¿Por qué lo hizo?
-¿Por qué lo hice? No lo entenderíais.-
-No, no lo entendemos, es por eso que lo diga ante el pueblo
y ante Dios para ser juzgado- proclamó
el sacerdote
-Está bien, si así lo queréis. Sí, fui yo quien los mató, es
más, los devoré. Lo hice porque tenía hambre.
Se hizo el silencio, la multitud se quedaron pálidos y
mudos, parecían muertos en vida. Nadie atrevió a hablar, solamente se oía el
viento entrando por los agujeros del destartalado edificio.
Stumpp giró la cabeza e hizo un barrido general con la
mirada, entonces rompió aquel aterrador silencio – Como ya he dicho, no es por
diversión, es por necesidad. Tenía que alimentarme.
El viejo clérigo salió de su letargo mental - ¡Necesidad!
Nadie necesita comer la carne de su hermano.
-Yo sí. Recordáis hace veinte años cuando por poco muero por
culpa de aquella terrible fiebre, llevado casi a la locura anduve como pude al
interior del bosque y allí me encontré al Diablo.