A más de las diez en el verano,
todos los niños se sienten cansados.
Cansados de jugar a la pelota,
cansados de reír con los amigos,
cansados de saltar a la comba.
Al igual que los chiquillos,
el sol se acuesta temprano
y despierta la luna
cuidando de los niños buenos,
con mil ojos,
con mil estrellas,
con mil puntos luminosos.
“No tendréis pesadillas,
porque yo os espero”,
dice la luna a los niños
“Angelitos, dulces sueños,
todas las noches nos veremos”.