Los errores que cometemos
son las cicatrices que surcan
los rincones de nuestro cuerpo.
Hay cicatrices pequeñas,
medianas o tan grandes
que nos cruzan la espalda.
Cicatrices hechas por amor,
por odio o por orgullo de uno mismo.
Cicatrices que creemos olvidadas,
pero que ahí siguen,
incrustadas en nuestra piel.
Hay marcas que se pueden
ocultar al mundo y
otras con las que tenemos
que lidiar día a día.
Sin embargo...
La peor cicatriz posible.
La peor de todas ellas.
Aquella que más ocultamos.
Es la que es invisible.
Es aquella que no deja fisuras en la piel.
Sino, en nuestro alma.