Dos
veces madre,
dos
veces abuela.
Madre
tierna de ambos hijos,
madre
generosa de ambos nietos.
De
territorios albertinos,
de
playas de grano suave,
de
brisa de hablares ligeros,
de
los que besan los versos escritos.
Mas,
se cierne el cruel destino.
Desde
la esquina respiro el drama
que
sufre con desdicha
mientras
reclama a la negra dama.
Con
tu respiración entrecortada,
con
escalofríos en mi alma.
Observo
como exhalas tu último aliento,
poniendo
como cierto
que
cierras los ojos en esta realidad
y
los abres en el mundo eterno.
Como
manriqueño de bien,
caballeresco,
ante ti me inclino
entre
tablones de pino,
con
lágrimas acariciando mi tez,
te
beso entre sien y sien
dedicándote
un susurro
con
desconsuelo mudo:
“Hasta
más ver.”
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