La joven Yuki abrió los ojos en mitad de aquella noche, aún
se encontraba cansada del día anterior y le parecía extraño haberse despertado
de madrugada con el sueño tan profundo que suele tener de uno de tantos días
agotadores. ‘Volveré a dormirme’ se dijo a sí misma, pero le era del todo
imposible cerrar los ojos, es más, se dio cuenta de que tan siquiera parpadeaba. ‘¿Qué raro?’ Intentó
incorporarse en su cama con sábanas de tonos azulados, pero le fue del todo
imposible, ni las piernas ni los brazos le respondían, estaba totalmente
inmóvil. Como paralizada. ‘¡¿Qué me pasa?!’
Oyó un crujido y por el rabillo del ojo vislumbró una sombra
que cruzó la habitación fugazmente. Una figura oscura le oprimía el pecho, era
bastante pesado. Con dificultad bajó la mirada y al ver aquello su frente se
perló de ese sudor frío que sólo se produce cuando alguien está aterrorizado.
La
respiración empezó a agitarse, lo que provocó más presión en su torso debido
al vaivén de pecho. Si hubiese podido gritar, se hubiera quedado gritado hasta
quedarse afónica. Era un ser negro, de ojos amarillos y lengua viperina. Como
el ser cuyos cuentos le contaba, de pequeña, su abuela. Su abuela le contaba
que había un demonio que se colaba en habitaciones por las noches, paralizaban
a quienes allí dormían y succionaba su vigor hasta dejarlos sin un ápice de
vida.
Aquel ser se relamía y rasgaba con sus sucias garras el
pecho de la mujer, provocando unos sonidos sobrecogedores que pondrían la piel
de gallina a cualquiera. Al día siguiente sus padres encontraron horrorizados a
su hija, petrificada, sin vida y sus sábanas habían adquirido un color morado
fuerte, debido al rojo oscuro de su sangre
guardaba la esperanza que la chica sacaba un crucifijo con una daga y se lo clavaba en cada ojo del demonio mientras este se retorcia de dolor y empezaba a quemarse hasta quedar hecho un carbón.
ResponderEliminarJajajaja, bueno... Es un final alternativo.
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