-Nunca te lo he preguntado, pero… ¿por qué siempre me llamas así?
+¿Así cómo?
-Luciérnaga. Sabes que no me gustan los bichos.
+¿No lo adivinas?
-Pues como no sea porque brillo en la oscuridad…
+Jajajajaja, no es eso exactamente, pero por ahí van los tiros. Sigue pensando.
-Mmmm…
+¿Ya lo has adivinado?
-No.
+Entonces, ¿por qué sonríes?
-Porque me acuerdo de la primera vez que me llamaste así.
+¿En serio? Yo no me acuerdo.
-Yo lo recuerdo perfectamente.
Hace dos años, te vi llorando en tu portal y me acerqué. Al preguntarte qué te pasaba, me contaste que a tu perro lo habían atropellado esa mañana. No sabía qué hacer, nunca te había visto tan destrozado, e hize lo primero que se me pasó por la cabeza. Te abracé. Y tú apoyaste tu cabeza en mi hombro y me dijiste algo, pero no llegué a enterderte. Pero cuando tres días después me llamaste así, lo entendí.
+Vaya, no me acordaba.
-Y ahora lo entiendo. Soy luciérnaga porque brillo cuando todo se vuelve negro.