18 de noviembre de 2017
Ojos que no ven, corazón que siente
- Entonces... ¿siempre has sido así?
+ ¿Así cómo?
- Ya sabes... ciego.
+ Sí, aunque prefiero más la palabra invidente. Ciego me suena un poco mal.
- Oh, perdona. No quería ofenderte.
+ No te preocupes. Ya estoy acostrumbrado.
- Pues es una pena no poder ver. No sabes lo que te pierdes.
+ Jajajajaja
- ¿Por qué te ríes?
+ Porque yo pienso lo mismo sobre vosotros.
- ¿Eh?, no te entiendo.
+ Verás... Los que podéis ver os fiáis demasiado de vuestros ojos, pero a menudo os engañan.
- ¿Y cómo sabes eso si nunca has visto?
+ Por ejemplo, detrás de nosotros hay una chica sentada, ¿te habías dado cuenta?
- A ver... Sí, es una chica de otra clase. ¿Cómo lo has sabido?
+ Antes sentí que había alguien detrás nuestra.
- Y ¿cómo sabes que es una chica?
+ Por su perfume.
- Vaya, ni siquiera me había dado cuenta.
+ Prueba tú. Cierra los ojos y abre tus demás sentidos.
-Vale. Mmm... Oigo mucha gente hablando a la misma vez y me huele al bocata de chorizo que he desayunado.
+ Sigue escuchando, a ver si oyes más cosas.
- Vale. Mmm... Oigo un pájaro.
+ ¿Puedes decirme dónde está?
- Pues se escucha cantar por la derecha, creo. Seguro que en uno de los árboles de por ahí.
+ ¿Me comprendes ahora?
- Sí, pero estar así todo el tiempo tiene que ser agotador.
+ Puede que un poco, pero pienso que es mejor así.
- ¿Y eso?
+ Los demás sólo veis lo que os rodea, en cambio, la gente como yo, las siente.
- Pero... Vaya el timbre. Se acabó el recreo.
+ Venga, otra vez a clase.
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