Es el reloj de arena
que va en contra de la gravedad.
El tiempo se ralentiza,
casi se detiene.
Cuentas cada segundo,
cada suspiro.
Tus pulsaciones se detienen,
tu corazón ya no responde,
acaba de ser hecho añicos.
Observas con detenimiento,
con amor y dolor,
la espalda de la persona
a la que tanto amas
dejándote con su último 'adiós'.
Ahora estás como un muñeco de hojalata:
frío, rígido y sin corazón.
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