16 de agosto de 2014

No habrá empleo para los honrados

En alguna parte de Andalucía, en la sala de una pequeña y lúgubre oficina de empleo.
Algunos calendarios de propaganda de diversos años decoran las paredes de color
amarillo, en la cual no se divisa ninguna ventana, toda la luz proviene de las lámparas
del techo; también se encuentra una mesa con un ordenador encendido, unos cuantos
folios desparramados por ella y un pequeño bote lleno de bolígrafos de varios colores,
además de algún que otro subrayador y una grapadora. A ambos lados de la mesa se
encuentran sendas sillas de despacho algo envejecidas. Sin embargo, destaca sobre
aquella mesa un vistoso cartel de considerable tamaño, delante del ordenador, con una
impresión en la cual pone: “VUELVO EN 5 MINUTOS”.

Haciendo cola se encuentran, por el siguiente orden, un tipejo desaliñado que viste un
chándal roñoso y amplio, otro hombre más mayor de unos cincuenta años y, por último,
una mujer bien vestida y medio-maquillada que arrastra consigo un carrito de bebé.

MUJER- (observa su reloj de pulsera y resopla)-Qué tarde se me hace. Debería de
haberme tocado ya el turno.

HOMBRE- (gira medio cuerpo para conversar con la mujer)- Y que lo diga, yo llevo
esperando uno’ veinte minuto’ y ni siquiera han “atendío” al hombre de delante.
(Señalando al tipejo con el dedo pulgar).

TIPEJO- (girándose)- Ya ve’, “yo-stoy“ aquí de’de la nueve’ y media y son la’... (Se
mira la muñeca). Andá, no llevo ́l reló’. ¿Qué hora e’?

MUJER- Las diez y cuarto.

TIPEJO- Pue’ eso, llevo má’ de media hora y aquí n’aparece nadie. Y era pa’ una
entrevi’tilla de trabajo.

MUJER- (Adelantándose y hablando con el público). Para una entrevistilla de trabajo
dice, y yo sólo vengo para recoger un papel que certifique que estoy desempleada, para
poder solicitar una ayuda de madre soltera.

Se escucha un estruendo detrás del mostrador y el niño del carrito empieza a llorar, la
madre mece el cochecito hasta que se calma.

FUNCIONARIO- (fuera de escena)- ¡Vaya, hombre! Ya se ha caído otro azulejo del
baño.



Entra a escena un hombre menudo con una camisa blanca remangada, unos zapatos
negros y unos pantalones a juego con la corbata.

FUNCIONARIO- (se sienta en su silla, mira y revuelve algunos documentos de su
mesa). Siguiente. (Grita).

TIPEJO- Ya era hora. (Dice entre dientes).

El tipejo se echa bruscamente sobre la silla, en frente a la del funcionario.

TIPEJO- Verá’, venía pa’ lo del pue’to ese de peón de albañí’.

HOMBRE- (dirigiéndose al público). Ni de coña lo van a mete’, yo llevo má’ de do’
mese’ intentando conseguir el trabajo, y nada, me dijeron que ya estaban toda’ la’
vacante’ “ocupá”.

FUNCIONARIO- (Se coloca las gafas de cerca). Muy bien, su nombre y apellidos, por
favor.

TIPEJO- Emilio Ruí’ Palomeque.

FUNCIONARIO- De acuerdo. (Teclea en el ordenador y mientras revisa la pantalla del
ordenador va moviendo los labios, leyendo para sí). Nivel de estudios y último empleo.

TIPEJO- He hecho ha’ta EGB. Y mi último trabajo fue... E’pera que piense...ah, sí,
portero de di’coteca.

FUNCIONARIO- ¿Ha realizado algún curso en este año?

TIPEJO- ¿Cursillo? Sí, al sali’ de la cárce’ hice un cursillo de atención al cliente.

FUNCIONARIO- (teclea) ¿Estuvo en la cárcel?

TIPEJO- Sí, he “salío” hace sei’ mese’, por roba’ un coche y trafica’ con droga’.

FUNCIONARIO- Vale (tecleando). En ese caso tenemos una vacante para el trabajo.
Enhorabuena. (Dándole la mano).

HOMBRE- ¡¿Cómo?! (Enfadado e indignado). ¿Cogen ante’ a un delincuente que a
alguien que de verdad necesita el trabajo?

La mujer se va a una esquina a consolar al niño que comienza a llorar de nuevo.

FUNCIONARIO- (se levanta de su asiento) Señor cálmese, es un programa de
reinserción social para los que han cumplido condena que...

HOMBRE- Me da igual, e’ una injusticia, yo (se señala a sí mismo) tengo una mujer
que no puede trabaja’ y un hijo estudiando y llevo cinco año’ en paro y aún no me han
“llamao” para ningún trabajo, ni para ningún cursillo, ¿y por qué? ¿Por qué no he
“robao” o “matao” a nadie? ¿Por qué no soy un inmigrante?...

FUNCIONARIO- Señor si no se calma tendré que llamar a seguridad.

HOMBRE- ¡Llama a quien te dé la gana! (amenaza con el dedo). ¿Y sabe’ lo que me
dijeron en la última entrevista de trabajo?...

FUNCIONARIO- ¡Seguridad! (entra el segurata a escena).

El encargado de seguridad era un hombre voluminoso cuya edad oscilaba entre los
treinta y seis y los cuarenta y tres, vestido con su uniforme de seguridad negro y una
barba incipiente blanqueada aleatoriamente por la edad.

HOMBRE- Que era perfecto para el trabajo, meno’ porque era muy mayor. ¡Habrase
visto! Entonce’, ¿qué hacemos los de cincuenta? ¿No’ metemo’ en una residencia o
qué?

El personal de seguridad se acerca al hombre.

SEGURATA- Señor acompáñeme a la salida. (Realizando un gesto con la mano abierta
para mostrarle la salida).

HOMBRE- ¿Y si no quiero?

SEGURATA- Pues entonces le echaré. (Agarra al hombre del brazo y lo lleva entre
tirones hasta fuera de escena, mientras todos miran atentamente la salida de los dos
hombres).

FUNCIONARIO- Bueno, ¿por dónde íbamos? (se dirige al tipejo).

HOMBRE- (se asoma a escena, todos vuelven a mirarlo) ¡No hay derecho! ¡Con tanta
igualdad para los demás y tanta corrupción somos nosotros los que ahora no tenemos
nada!

El segurata vuelva a echarlo fuera de la escena.

FIN

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