Era una noche como otra cualquiera en el orfanato. Todos los
niños nos reunimos en la sala más grande y nos sentamos en el suelo a la espera
de Lim. Entró un hombre grande y grueso, con expresión amigable en el rostro,
era Lim. Como todas las demás noches se sentó frente a nosotros y después de
vislumbrar nuestras infantiles caras de impaciencia, empezó a hablar.
-Hola niños. ¿Qué historia queréis que os cuente hoy?
Se inició un revuelo entre los niños y niñas. –Cuenta otra
vez la historia del príncipe- dijo Mari.
-Yo quiero la de Aníbal, el rey de los hunos.- dijo Lucas.
-No, no quiero esa
historia.- protestó Peter.
A éstas le prosiguieron otras peticiones y opiniones, pero
la gran mayoría se pisaban unos a los otros y se hacían incomprensibles.
-Silencio, niños. Silencio- intervino Lim, todos se callaron,
atentos a sus próximas palabras. –Hoy va a elegir la historia Yenna, que aún no
ha dicho nada.- Al oír mi nombre me sonrojé. –Dime Yenna, ¿qué cuento quieres
que narre?
Me quedé pensando un rato ¿qué cuento quería yo? Se me vino
a la mente una historia que me solía contar mi padre para que me durmiera.
–Quiero que nos cuentes la extinción de los dragones.-
El cuentacuentos sonrió –No es una historia que me suelan
pedir, aunque es una buena historia- se dirigió a la chimenea y alimento el
fuego –acercaos y poneos cómodos, os voy a contar una historia que sucedió hace
más un siglo…