La noche para un sí

Hoy es la noche en la que tengo todo preparado para un “sí”.

Todo a punto, listo, preparado y ensañado. Me apresuro al punto en el que dará un cambio a mi vida, pues llego tarde por culpa de mi incesante perfeccionamiento en mi aspecto, a mi parecer, detalladamente cuidado para tal ocasión.

Allí está. Me saluda con la mano, la saludo, nos saludamos. Una sonrisa me encuentra y yo le muestro su reflejo. Espectacular, excitante, pero, eso sí, muy nervioso. Las próximas fueron horas de diversión, risas, colegueo y algún que otro piropo por mi parte.

La noche acabó con un largo y estimulante paseo bañado por la luz innatural y amarillenta de las farolas. Pasamos por el sitio perfecto escogido por mí, un banco recogido de miradas indiscretas y de oídos chismosos. Nos sentamos.

La miro, me mira, nos miramos. Otra vez esa sonrisa. El corazón parece que me rebota por todo el pecho, como si estuvieran jugando a la pelota vasca con él. Me pongo a sudar y de mi boca no sale absolutamente nada de lo que había ensayado. Para mi sorpresa ella me coge de la mano, una mano delicada, más pequeña de la mía, blaquezina y suave. De sus labios salen un “Quiero decirte algo”.

Hoy es la noche.

Parece ser que es ella quien va a dar el paso. “Eres la persona que más me comprende en este mundo, me has ayudado en todo lo que has podido y más. Por eso te quiero decir lo que siento” Ella se humedece los labios y se sonroja, está tan guapa de ese color rosado en las mejillas. “Me da mucha vergüenza decírtelo, pero…”

Allá va.

“Estoy saliendo con Jorge, es un chico genial. No se lo había dicho a nadie hasta ahora, pero quería que lo supieras porque eres mi mejor amigo”.

Ella sigue hablando pero yo sólo escucho el sonido de mi corazón desinflándose y quedando como un globo marchito después de una desastrosa fiesta.

Hoy era la noche en la que no tenía nada preparado para un “eres mi mejor amigo”.