11 de marzo de 2018

El primero de muchos

-Mamá, ya he terminado los deberes. ¿Puedo ver la tele?- preguntó Guille mostrando una tierna sonrisa de niño bueno.

-Sí, claro. Puedes ver un rato la tele - la madre ni siquiera le dedicó una mirada. No apartó la vista del libro que sostenía sobre su regazo.

Aunque había conseguido su pequeño objetivo, Guille no se movió del sitio. - ¿Por qué estás leyendo? ¿A los mayores también os mandan deberes?

A Carmen, que así es como se llamaba la madre, le divirtió la pregunta de su hijo y dejó escapar una pequeña y mal disimulada carcajada. Desvió lo mirada al pequeño que tenía en frente y le respondió - A los mayores no nos envían deberes como en el cole. Estoy leyendo porque me gusta.

-Puag, ¿te gusta leer?- el niño puso la misma cara que como cuando le obligan a comerse el brócoli -Pero si leer es lo más aburrido del mundo mundial.

-No, leer es muy divertido. Es como ver la tele.-

Guille pone cara de "no comprendo". Mira el libro de su madre por encima. - Pues yo no lo veo. Aquí solo hay palabras, ni siquiera tiene dibujos.

-No son solo palabras. Es lo que te cuenta, lo que transmite.-

-¿Lo que transmite?- quiso saber el niño.

-Sí, ven. Siéntate aquí.- la madre da una palmada sobre el asiento a su derecha. El chico la obedece y se sienta. - Este libro fue el primer que libro que leí cuando era pequeña. Se llama "El caballero de la armadura oxidada" .-

-¿Por qué tiene la armadura oxidada? ¿Se ha bañado en la piscina vestido?-



La madre le sonrió mirándole a los ojos - No fue por eso.

-¿Entonces?- volvió a preguntar el jovencito.

- No te lo voy a decir. Para eso hay que leerlo.

-Pero, no quiero leer. ¿Me lo puedes leer tú? 'Porfi'.

-De acuerdo, pero sólo por hoy.- como podía decirle que no a esa carita. El chico sacudió la cabeza enérgicamente (arriba, abajo, ariba, abajo...) para mostrar su aprobación. La mujer cogió el libro y lo hojeó hasta llegar a la primera página, comenzó la lectura en voz alta: -"Hace ya mucho tiempo, en una tierra muy lejana, vivía un caballero...".

Pasaron aproximadamente unos cuarenta minutos. Cada dos por tres Carmen miraba  de reojo a su hijo. Estaba contenta de verlo absorto mirando las cientos de palabras que había delante suya. -"...Después de unas horas, el caballero se derrumbó, exhausto y dolorido."

-¿Qué pasó entonces? ¿Por qué no sigues?

-Tengo que ir un momento al baño, ahora vuelvo- Carmen dejó el libro encima de la mesita, se levantó del sofá y se dirigió al baño.

Transcurrió poco tiempo hasta que la madre volvió a aparecer por el salón. Cuando vio a su hijo se le dibujó una sonrisa en el rostro. Lo sorprendió leyendo, articulando palabras sin emitir ningún tipo de sonido. Los ojos del niño brillaban como nunca había visto, se acababa de enamorar de la lectura como le había pasado a ella tanto tiempo atrás. Es, como suele decirse, el comienzo de una gran amistad.






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