- ¿Y ya está? ¿Eso es todo? - me pregunta ella sin tan siquiera mirarme a la cara.
- ¿No sé qué más quieres que haga? Ha sido mi elección...
- Siempre hay otra opción. Debiste pensártelo mejor.
- No podía más con todo esto. Llevo mucho tiempo sufriendo.
- ¿Y crees que esta ha sido la mejor solución? ¿En serio? - por primera vez me mira, debajo de su capucha negra vislumbro su rostro del color de nácar. Lo cual en otra ocasión me hubiera asustado, sin embargo, esta vez ni siquiera me sobresalté.
- No sabes lo que es perder a alguien que quieres tanto. - de forma casi inconsciente inclino la vista hacia el suelo.
- Cierto, no lo sé. Pero he visto su sufrimiento... Y también el de los demás.
- Pues es un sentimiento que te ahoga, te hunde tanto que parece que vayas atravesar el suelo. Solo piensas en cuándo llegará tu hora.
- Aaaihh - suspira - Tantos mortales temerosos de la muerte, mientras otros la desean. Es irónico.
- Puede... Pero pienso que ha sido lo mejor que he podido hacer.
- ¿Con lo "mejor", te refieres a lo más fácil?
- Bueno... Algo así
- Entiendo. ¿Y qué crees que pensaría Natalia?
- ¿Conociste a Natalia? - no puedo evitar poner cara de asombro y al instante caigo en la cuenta - Ah, sí... Por supuesto. - dejo escapar una pequeña sonrisa agridulce - Pues estaría feliz de volver a encontrarnos.
- ¿Y qué más?
- ¿Cómo que qué más?
- Su primera impresión sería de felicidad, pero después... ¿crees se alegrará cuando se entere de lo que has hecho?
- Eh, pues...
- Dilo. Sí o no.
- ¡No! - grito y me tapo parte de la cara con las manos - Por supuesto que no.
- Ahí está. Ella es una persona buena que te quería mucho. Le romperá el corazón saber que te has suicidado por ella.
- Ya está hecho.
- Hecho está, pero ¿y sí pudieras regresar y vivir por ella?
- ¿Podría?
- Sí. Aún no estás muerto.
- Pero si me arrojé desde la azotea. ¿Cómo puede ser eso?
- Eso amigo mío, los de arriba lo llaman milagro. - hace una señal con el dedo - Parece que alguien está velando por ti. Aprovechar esta oportunidad solo depende de ti. ¿Qué vas a hacer ahora?
- Viviré. Viviré por mí mismo, por mis amigos, por mi familia y también por Natalia. - inconscientemente aprieto los puños
- Así me gusta.
- ¿Y cómo vuelvo?
- Cierra los ojos y confía en mi - le hago caso, cierro los ojos con fuerza. - no los habrás aún - noto como pone su huesuda mano sobre mi rostro, me da un poco de repelús, pero aguanto para no manifestarlo.
Pese al sentimiento de repulsión al inicio, su mano se empieza a volver más suave. El frío que antes emanaba de ella ahora es calidez, una calidez que se extiende por mi cara y empieza a bajar hasta invadirme todo el cuerpo. De entre la oscuridad surge un pequeño punto de luz, que se va, poco a poco, haciendo mayor, a tal punto de cegarme. Si no tuviera ya cerrado los ojos, por acto reflejo, lo hubiera hecho, lo que hice fue apretar más mis párpados. Todo se hizo luz y calor.
- Parece que reacciona - escucho de nuevo una voz femenina y dejo de notar la presión de la mano.
Abro los ojos. Pestañeo varias veces para recuperarme del destello anterior. Delante mía me encuentro una mujer con bata de hospital, piel blanca y cabellos negros. Una doctora. Miro a mi alrededor de forma alterada, este lugar parece ser un hospital. Vuelvo a mirar a la doctora y observo como tras guardarse en el bolsillo lo que intuyo que es una pequeña linterna, me dedica una amigable sonrisa.
- Me alegra ver que has decidido volver.