29 de enero de 2020

... noventa y ocho, noventa y nueve y cien. ¡Ya voy!

A pesar de ser tan joven entonces, lo recuerdo perfectamente. Con todo lujo de detalles, como se suele decir.

Estaba yo comiendo con mis padres, cuando oímos ruidos de vehículos fuera de la casa. Mi padre echó un vistazo por la ventana, con precaución de no ser visto desde el otro lado. Entonces se ajetreó y le dijo mi madre algo que no pude oír con nitidez, algo así como "Nos encontraron" creo. Mi madre me agarró de la mano y me guió hasta otra de la habitación. Nos escondimos en un agujero que había oculto en la pared.

Mi madre me sentó sobre su regazo y me rodeó entre sus brazos. - Mamá, ¿qué ocurre? ¿por qué nos escondemos?- pregunté

- No te preocupes mi niña. - me contestó con el tono más cariñoso que pudo - Estamos jugando al escondite. Papá tiene que venir a buscarnos, pero es muy importante que no nos descubra. Sino perdemos. ¿Lo has entendido? -

- Sí, mamá -

Se oyó un fuerte golpe proveniente de la puerta, continuado de gritos en un idioma que en aquel momento me resultaba desconocido. Más tarde supe que se trataba de alemán. 

Mi madre me tapó la boca para que no emitiese ningún sonido. Se escuchó un disparo. Aquello me sobresaltó. Mi madre me sujetó con más fuerza aún con el brazo que me rodeaba la cintura. Me fijé en que sobre mi hombro caían sus lágrimas. Aún no sabía lo que estaba pasando. 

Se oyeron muchos ruidos durante la media hora siguiente: golpes, gritos, otros disparos, hasta que todo cesó con el ruido de los motores de los vehículos. Mi madre me destapó la boca y seguimos acurrucadas un tiempo, hasta que por fin me dijo: - Ya es hora de cambiar de escondite. No queremos perder, ¿verdad? - esbozó un sonrisa temblorosa con los ojos aún humedecidos.

No emití ningún sonido, solo asentí. Antes de salir de la habitación mi madre me tapó los ojos, susurrándome que era parte del juego. Ese fue el último día que vi a mi padre y aquella casa.

Han pasado muchas décadas desde aquello. He vivido mucho gracias a él y a mi madre. Ahora estoy cansada, postrada en la cama de un hospital. Ya me cuesta respirar, e incluso hablar. Creo que ya ha llegado mi hora. La hora de que sea mi turno de buscarte, papá. Espero que estés preparado, porque yo sí.

Uno, dos, tres, cuat...





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