velan tus ojos por mí,
unos ojos sin dueño,
que no parecen tener fin.
Cuando se tornan en pesadillas,
más allá de mis pensamientos,
aparece tu inclinada sonrisa
que destaca entre el
firmamento.
Tu rostro moreno
alivia mi alma herida,
encerrándome entre tus caricias
con manos de Morfeo.
Desaparece tu afonía
para susurrarme sonetos
que se funden en armonía
con tus dulces besos.
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