25 de diciembre de 2015

Criaturas y leyendas - Krampus

Ding, ding, ding… resuenan las últimas campanadas, el reloj marca las doce. Un manto negro, a la vez que rasgado por las nubes de tonalidades más claras, cubre aquel pueblecito de montaña, normalmente callado y oscuro, pero en esta ocasión se reflejaba en la nieve un arcoíris con un sinfín de colores. Aunque faltan dieciocho días para la celebración de Noche Buena, ya se respiraba un ambiente navideño; ya relucen los farolillos y centellean las luces, las gentes tararan por las calles aquellos villancicos que les hace dibujar una sonrisa en el rostro, algún que otro abeto ya ha recorrido su camino desde el bosque hasta su nuevo hogar.

Los habitantes se ilusionan por las fiestas que se acercan, por las cenas en familia y la visita de Santa Claus, aquel hombre tan bondadoso vestido con un abrigo de colores verdes, blancos y de bordes dorados que trae regalos a los niños buenos. Sin embargo, no es el único visitante de la navidad, esta noche, la del día cinco de diciembre, viene un caminante poco común por estos lares, su nombre es Krampus. Él no tiene un simpático gorro, lleva en su cabeza unos cuernos retorcidos hacia atrás; no lleva abrigo, su negro pelaje le cubre el cuerpo; no calza botas, pues sus pezuñas no se lo permiten; su barba no es larga ni blanca, es negra como carbón y recortada en forma de pico.
Se desliza como una sombra de casa en casa, habitación por habitación, portando un enorme saco a su espalda ¿Qué trae en él? ¿Regalos? No trae regalos, es más, no trae nada en su saco. Pero sí se lleva de las casas que visita algo en él. ¿Qué se lleva? En él se lleva a los niños que  han sido malos, para darles un nuevo cobijo. En el infierno.


Así que  si has sido malo este año, este cinco de diciembre, cierra puertas y ventanas, y reza para que no te encuentre.

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